Uno empieza a quererse cuando deja de querer a alguién más.
Es por ello que al inicio todas las relaciones siempre son saludables y disfrutables, ambos tienen alta autoestima y solo tienen al otro porque éste les ayuda a quererse más a sí mismos. El problema empieza cuando uno de ellos ya no tiene más amor que dar así que recurre a la fuente afectiva más inmensa que hay en el mundo: el *amor propio.
Entonces empiezan los problemas, peor aún si la otra persona tampoco hace lo mismo. Es decir, dejar de quererse a sí mismo para entregar ese amor al otro. Si eso no sucede, entonces la relación es dañina, acaparadora, posesiva y controladora.
Y es solo cuando esta persona vuelve a quererse a sí misma -cubriendo el amor que le faltaba gracias al sentimiento que un tercero le brinda, otorgándole así un equilibrio emocional y afectivo para su autoestima- que decide abandonar a su pareja.
De ahí que ninguna persona deja a otra para estar sola, casi siempre lo hacen por alguién más. Siendo ésta la única forma de romper el vínculo -físico, emocional y/o afectivo- anterior.; pues todos olvidan a una persona por otra.
"No es que te dejó de querer, encontró a alguién más para encontrarse a sí mismo".
*Cuando consumimos esta fuente por completo recurrimos al amor por terceros: Amigos, familiares, aficiones, mascotas, etc. Es ahí cuando el matrimonio y/o la convivencia se avecinan. Y al terminar con ese surtidor llega la última gran fuente recurrente de amor existente en el mundo para el ser humano: los hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario