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jueves, 24 de noviembre de 2011

Optimismo metódico.

El optimismo metódico recae en mirar el proceso con auspicio a plazo corto y de forma constante -ahora entiendo el decir "a dios rogando y con el maso dando". No es solamente pedir que todo salga bien al final sino hacer lo necesario para que esto suceda así.

Entonces, durante el transcurso para llegar a la meta nos sentiremos bien -esto en un periodo prolongado-; sin embargo, si al final nada resultó como lo habíamos previsto, nos sentiremos pésimos, tristes, acongojados, contrariados, cariacontecidos y depresivos, desde luego. Pero todo esto durante un periodo corto: una hora, un día, una semana o ¿toda la vida?. Aquí viene lo importante. Debemos de establecer nuevamente el optimismo metódico hacia una nueva meta para sentirnos aliviados - si no se te ocurre ninguna pues plantéate la muerte, es útil y nunca falla; algo como "Yo nunca moriré".

¿Valorar el proceso o desmerecer el final?

Sé que es díficil entenderlo aunque sea muy fácil explicarlo. Socrates manifestaba que el ser humano solamente debe prepararse para lo peor -pesimismo- en cada situación de su vida; de esta forma cuando éste reciba algo, si es "malo", él no se sentirá frustrado por aquello que fue como él previó, pero si es  "bueno" esté se reconfortará de tal manera que llegará a sentirse pleno pues sentirá que fue un regalo divino, algo que el cosmos conjugó en pronostico de su bienestar. Se sentirá realizado.

Aunque lo anterior expuesto es un planteamiento válido, éste desmerece el proceso y revalora el fin, que como ya se explicó; en términos de duración, encuentran distinto significado. Debemos tomarlo en cuenta.

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