In your own words.

domingo, 8 de julio de 2012

Sí que sí.

Tenemos sueños; aún estamos en la realidad. Tenemos esperanza; aún colmamos nuestras expectativas. 
      
Lo maravilloso del ser humano es que su imaginación le permite cambiar su estado de ánimo. Si nos ponemos a pensar, nos sentimos bien y nos quedamos anonadados con todo lo bueno que acontece. En cambio, las tristezas nunca han sido engendradas en las ideas, sino en el accionar del cuerpo. "No me gusta cómo luzco", "no tengo un buen trabajo", "esa chica(o) no me quiere", "las cosas me salen mal", "estoy solo(a) y no tengo compañía", y enunciados parecidos.
       
Piensa en un momento de tu vida que haya sido triste, el más cercano, el de ayer o la semana pasada; ahora, resume qué fue exactamente lo que te entristeció: algo tangible. Por más que haya sido un insulto, éste se traslado al mundo material. Las ideas nunca han dañado a nadie, pero su transformación en palabras, actos y hechos, sí. Entonces, idealicemos más, no dejemos que meros actos "reales" mellen nuestro bienestar. Recuerda, de las 24 horas al día, las cuales existen sólamente en el mundo pues la imaginación no conoce de espacios temporales, pasamos entre 8 y 9 horas dormidos. De esas horas acostados, nuestra alma se las pasa soñando.
       
Por lo tanto, es un tercio del día que no estamos acá sino en el mundo de las ideas. Aunque, el tiempo en comparación sea menor al que pasamos despiertos, eso no lo hace menos importante. Ten presente que no es el tiempo que se vive, sino la intensidad y el ímpetu que le ponemos a él. Por ejemplo, alimentarnos en promedio nos lleva tres horas al día pero es lo más escencial del ser humano. Sin alimentos no estaríamos con vida y posiblemente nuestro estómago lo sabría. Lo mismo sucede con el amor, no estás todo el día con tu pareja pero imaginas lo que está haciendo y lo próximo que le dirás cuando le vuelvas a ver, previendo respuestas inteligentes y hasta nuevas actitudes que tomar -aunque llegado el momento, su sola presencia te lo haga olvidar- pues sabes que esa persona es lo más importante de tu vida. Lo mismo que con tus padres y hermanos, los ves al levantarte y al salir a la universidad o el trabajo y, luego al regresar, pocos minutos antes de irte a acostar. Pero, si acaso un día alguno de ellos te faltase, entonces tu mundo se destruye. Te das cuenta, la importancia del ser y estar.
            
Es lo que debemos de hacer, tenemos mucha fortaleza por delante y, lo más alucinante, es que nunca conocemos hasta el punto qué podemos llegar hasta que ya estamos en él. 
  
Ha llegado el momento de dejar ese hemisferio izquierdo que tantos problemas nos trae en el cerebro y mudarnos al derecho. Aquél lugar de la imaginación donde todo es bonito,-ahora entiendo porque tengo la manía de inclinar mi cabeza al mirarme al espejo, realmente me veo mejor apoyado en ese lado- y está lleno de creencias infinitas, las mismas que rigen nuestras vidas y la hacen tan espléndida. Ese pequeño espacio de donde parten nuestros ataques de euforia.
   
Recuerdo que, solía entristecerme porque no encontraba personas agradables con las cuales conversar, esa naturalidad que hasta el momento pocos han podido despertar. No los culpo, desde que nacemos no han parado de darnos etiquetas y aún lo siguen haciendo. "Bah, es en vano, personas así no existen. Ya estoy cansado de todo esto, sólo viviré para mis adentros", recurría pensar. Pero me di cuenta de que no es verdad, me emociona el saber que aún existen personas maravillosas allá afuera,-aunque sigan diciéndome lo contrario- solamente que he buscado en los lugares equivocados. Como una vez me dijeron, "personas como tú son aves de paso, no duran mucho", me asusté tanto pues creí significaba que iba a morir pronto. Sin embargo, entendí se refería a que nuestra luz, ese resplandor lleno de calidez y paz que sólo los ojos sinceros pueden mostrar, debe de ser paseada por muchos sitios y compartidas con diferentes personas. No necesariamente todas la entenderán, pero seguramente todas la asimilarán.
    
Me siento agradecido, tranquilizado, esperanzado y súper revitalizado. 
Hoy, Dios, nuevamente se me ha presentado. Y aunque esta vez no me haya hablado; ciertamente de mí, Él se ha acordado. Sí qué sí.
[...y nunca renuncié a la vida; aunque, ciertamente, la vida ya haya renunciado para mí.